Los cubanos continúan sufriendo las penumbras para poder elaborar sus alimentos, y más porque ni una ni otra opción nos dejan. En algunas provincias cubanas la balita de gas llega a costar hasta 20 mil pesos.
Las razones conocidas por todos. Cero estabilidad con los ciclos de las ventas del gas licuado, porque ni al país llega, y la otro opción para confeccionar los alimentos, es la energía eléctrica, algo que parece cada vez más ausente y lejana.
Todas las “condiciones” propician que la balita de gas licuado exceda su valor de manera acelerada y en busca de las alturas como los frijoles de Jack, con solo pasar una noche.
Tengamos en cuenta que en la mayoría de las provincias ha sido suspendida y hasta nuevo aviso, la venta de gas licuado. Es por eso que según refiere Radio Martí, en provincias como Mayabeque, Las Tunas y Camagüey, residentes declararon que en medio del desabastecimiento de gas y la falta de electricidad han llegado a pagar más de 20 mil pesos por una balita de gas (esto representa unos diez salarios mínimos).
“No hay gas, no hay luz, y tenemos que resolver con lo que se pueda”, dijo el activista Alejandro Garlobo, residente en Quivicán, Mayabeque, que improvisó una cocina de carbón en su casa.
Mientras que en La Habana, el precio de una balita de gas llena puede superar los 28.000 pesos, según anuncios en redes sociales.
Respuesta de Cupet ante la escacez de gas licuado

Cubanoticias
La empresa estatal Unión Cuba-Petróleo (CUPET) suspendió oficialmente la venta de gas licuado el 2 de julio. Según un comunicado difundido por la prensa oficialista, la medida se debe a la “no existencia del producto”.
El director adjunto de CUPET, Irenaldo Pérez Cardoso, precisó que el último cargamento —descargado en mayo— permitió cubrir aproximadamente el 66 % de la demanda en La Habana, Artemisa y Mayabeque, y entre un 50 % y 60 % en el resto del país.
Una balita de gas licuado en Cuba es un episodio casi épico

EFE
En Cuba, la venta de balitas de gas licuado se ha convertido en un episodio casi épico, pero de esos que uno recuerda con una mezcla de risa amarga y pesadilla cotidiana. Desde finales de 2024, el país sufre una interrupción total y prolongada en la distribución oficial de gas licuado, ese insumo básico para cocinar que, en teoría, debería ser accesible para todos.
Lo más hilarante es que, en plena escasez, el mercado negro ha florecido con precios que desafían cualquier lógica económica sensata. Una balita de gas nueva de solo 10 kg supera con creces el salario mensual de muchos cubanos y equivale a más de 120 dólares al cambio informal.
Mientras tanto, la Empresa de Gas Licuado, parte de CUPET, insiste en negar cualquier venta en dólares y evita dar fechas claras para solucionar esta crisis que lleva meses dejando a millones sin un cilindro de gas en sus hogares.
La excusa oficial recae en demoras portuarias, la falta de barcos y el alza internacional del precio, que según informes, ha subido un 39% en pocos meses. Pero la verdadera ironía está en que para cocinar ahora la gente debe recurrir al carbón o la leña, cuyos precios también se dispararon, y quienes no lo logran, simplemente se quedan con hambre o refriegan la paciencia.
Además, se dice que parte del gas que aparece en el mercado negro podría salir de las propias bodegas oficiales, en un divertido juego de «dónde está el gas, ahora lo hay, ahora no» que al parecer involucra no solo la escasez sino también un curioso reparto interno.
En resumen, la balita de gas en Cuba hoy es un lujo al que pocos pueden aspirar, una especie de mercancía mítica envuelta en esa mezcla de falta de control y ausencia de soluciones que define la gestión actual.
En esta tragicómica escena, cocinar un arroz o un frijol se vuelve un acto heroico de resistencia creativa ante un gobierno que promete, pero no aparece con el gas; que regula, pero le deja precio de oro a la escasez; y que obliga a sus ciudadanos a una dieta forzada entre la ironía amarga y el estómago vacío.
