El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, encendió las alarmas en la región al anunciar que impondrá un aranceles de hasta un 5% a los productos mexicanos si México no cumple con la entrega de agua estipulada en el Tratado de Aguas de 1944.
Según el mandatario, el país vecino acumula un déficit de más de 246 millones de metros cúbicos que deberían ser enviados antes del 31 de diciembre. La advertencia, lanzada desde su plataforma Truth Social, no solo apunta a presionar al gobierno de Claudia Sheinbaum, sino que también busca capitalizar políticamente el malestar de agricultores texanos afectados por la escasez.
El trasfondo del Tratado de 1944
El acuerdo firmado hace más de 80 años regula el reparto de agua entre ambos países: Estados Unidos debe enviar cada año 1,850 millones de metros cúbicos del río Colorado a México, mientras que México se compromete a entregar 432 millones de metros cúbicos del río Bravo (Río Grande).
Aunque históricamente ha habido tensiones por los cumplimientos, la situación actual se ha agudizado por sequías prolongadas y la creciente demanda agrícola en Texas. Trump acusa a México de “violar nuestro tratado integral sobre el agua” y advierte que la falta de cumplimiento perjudica directamente a los agricultores estadounidenses.
Impacto económico y político
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La amenaza de aranceles llega en un momento delicado para la economía mexicana, que depende en gran medida de las exportaciones hacia Estados Unidos. Un arancel del 5% podría golpear sectores clave como el automotriz, el agroindustrial y el manufacturero, generando un efecto dominó en la cadena de suministros. Además, la medida podría tensar aún más la relación bilateral, que ya enfrenta desafíos en temas migratorios, seguridad fronteriza y comercio.
Para Trump, la jugada también tiene un componente político: mostrar firmeza ante su base electoral y reforzar su narrativa de defensa de los intereses estadounidenses frente a lo que describe como incumplimientos de sus vecinos.
México entre la diplomacia y la presión
El gobierno mexicano, encabezado por Claudia Sheinbaum, enfrenta un dilema complejo. Por un lado, debe responder a las exigencias de Washington sin comprometer la soberanía ni los intereses de sus propios agricultores, que también han protestado en el pasado por la implementación del tratado.
Por otro, necesita evitar que la disputa escale hacia una guerra comercial que afecte la estabilidad económica. Expertos señalan que la solución pasa por negociaciones técnicas y diplomáticas, donde se evalúe el impacto de las sequías y se busquen mecanismos de compensación. Sin embargo, el tono de Trump deja poco margen para la flexibilidad: “México tiene la obligación de SOLUCIONAR ESTO YA”, escribió en redes sociales.
Más allá del agua: un pulso de poder
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La disputa por el agua es mucho más que un tema técnico. Se trata de un pulso de poder que refleja las asimetrías en la relación bilateral. Estados Unidos, con su capacidad de imponer sanciones comerciales, utiliza el recurso como herramienta de presión.
México, en cambio, se ve obligado a equilibrar sus compromisos internacionales con las necesidades internas. En este escenario, el agua se convierte en un símbolo de las tensiones estructurales que atraviesan la frontera: recursos compartidos, intereses divergentes y la constante negociación de poder.
La amenaza de Trump no solo pone en jaque el cumplimiento de un tratado histórico, sino que abre un nuevo capítulo en la compleja relación entre Estados Unidos y México.
El agua, recurso vital y cada vez más escaso, se convierte en el epicentro de una disputa que mezcla diplomacia, economía y política. Lo que ocurra en las próximas semanas marcará el rumbo de la relación bilateral y podría redefinir el equilibrio de poder en la región.