Santiago de Cuba sin agua potable: el agua que no llega y la desesperación que crece

Imagen: Facebook Yosmany Mayeta Labrada
La ciudad de Santiago de Cuba vive uno de los episodios más críticos de su historia reciente: la escasez de agua potable ha llegado a niveles alarmantes, dejando a más de 300 000 personas sin acceso regular al servicio. En algunos barrios, la espera por una gota de agua supera el mes, mientras la desesperación y la tensión social aumentan sin respuestas claras por parte de las autoridades, según ha denunciado Yosmany Mayeta Labrada en su perfil de Facebook.
La crisis del agua en Santiago de Cuba ha tocado fondo. Miles de residentes continúan enfrentando severos cortes en el suministro, en algunos casos de hasta más de un mes sin recibir una gota en sus hogares. La escasez, agravada por la sequía, el mal estado técnico de las redes y los apagones, ha desatado una ola de desesperación, protestas y reclamos en barrios de toda la provincia oriental. Según la Empresa de Acueducto y Alcantarillado “Aguas Santiago”, el sistema principal de abasto ha experimentado una caída alarmante: la Planta Quintero, que antes bombeaba 2 100 litros por segundo, hoy apenas alcanza los 1 509 l/s. Este déficit ha obligado a establecer ciclos de distribución que en el Reparto Sueño, El Litoral, Mariana de la Torre y Punta Gorda Alta, se extienden por casi un mes sin servicio.



Santiago de Cuba sin agua potable: Causas de una emergencia prolongada
La crisis se ha visto agravada por varios factores:
Sequía extrema: El déficit de lluvias alcanza el 76%, lo que ha reducido significativamente la disponibilidad de agua en las fuentes tradicionales.
Deterioro de la infraestructura: El mal estado técnico de las redes de distribución y las constantes roturas en los sistemas de bombeo dificultan la llegada del agua a los hogares.
Apagones frecuentes: Los cortes eléctricos interrumpen el funcionamiento de las bombas, dejando a barrios enteros sin suministro durante días o semanas.
La Planta Quintero, principal fuente de abasto, ha reducido su capacidad de bombeo de 2 100 litros por segundo a apenas 1 509 l/s, obligando a establecer ciclos de distribución que, en zonas como Reparto Sueño, El Litoral, Mariana de la Torre y Punta Gorda Alta, se extienden por casi un mes sin servicio.
Santiago de Cuba sin agua potable: Voces desde la escasez
Las redes sociales se han convertido en el altavoz de la angustia ciudadana. Testimonios como el de una madre en Aguadores —“Llevamos más de cuatro meses sin agua en casa. Ni pipa, ni respuesta”— reflejan la gravedad de la situación. En barrios altos, los vecinos descienden con cubos en busca de algún salidero o un débil chorrito para cocinar o bañarse.
El costo de la escasez también se mide en dinero y salud: familias han llegado a pagar hasta 800 pesos por un cubo de agua vendido por particulares, y los casos de deshidratación y desmayos, como el de una anciana en José Martí, se multiplican.
Santiago de Cuba sin agua potable: Protestas y tensión social
La falta de agua ha encendido el ánimo en las calles. Se reportan cacerolazos, bloqueos y enfrentamientos entre vecinos, como ocurrió en La Marmolosa y el centro de la ciudad, donde familias se disputaron el acceso a una pipa. “¡Nos vamos a tirar pa’ la calle si esto sigue así!”, advierten los afectados, mientras la frustración crece ante el silencio y las promesas incumplidas de las autoridades.
Soluciones oficiales: parches y lentitud
Las respuestas institucionales han sido insuficientes. La Empresa de Acueducto y Alcantarillado asegura haber activado 20 pipas y reparado varias bombas, pero en la práctica, la mayoría de los barrios apenas recibe estos servicios una vez cada dos semanas, y en ocasiones, solo a quienes pueden pagar sumas elevadas de manera informal.
El círculo vicioso se mantiene: cuando se arregla una bomba, la falta de electricidad vuelve a dejar a la población sin agua. La percepción general es que las soluciones son solo paliativas y no abordan el problema de fondo.
Consecuencias y advertencias
El impacto de la crisis trasciende la incomodidad cotidiana. Los riesgos de enfermedades, la deshidratación, la violencia entre vecinos y la pérdida de la paciencia social son palpables. La falta de voluntad para atender estructuralmente el problema amenaza con provocar un mayor deterioro social y un posible estallido de inconformidad en una ciudad históricamente combativa ante la injusticia.
Santiago de Cuba, hoy, es el reflejo de una emergencia nacional que demanda respuestas urgentes y sostenibles, más allá de discursos técnicos y promesas vacías.