Riña en Complejo Somos Jóvenes deja un trabajador muerto y dos heridos en Villa Clara

Imagen: Facebook Betsy Díaz Velázquez
La madrugada de ayer, en el Complejo Somos Jóvenes de Villa Clara, la violencia dejó una nueva marca dolorosa en la sociedad cubana. Lo que comenzó como una riña entre dos hermanos terminó convirtiéndose en una tragedia que costó la vida a un trabajador, dejó a otro en terapia intensiva y a un tercero herido con arma blanca. Tres hombres que nada tenían que ver con la disputa fueron víctimas de un estallido de agresividad que parece cada vez menos excepcional en la cotidianidad del país.
Según publicación de Facebook de Betsy Díaz Velásquez (ministra de Comercio Interior de Cuba) los atacantes lograron escapar. El Ministerio del Interior ya los busca. Pero mientras la atención oficial se concentra en la captura de los responsables, la verdadera pregunta queda en el aire: ¿por qué la violencia se ha vuelto un actor recurrente de nuestra vida diaria?
La normalización de la violencia
Hechos como este no son aislados. Peleas en centros nocturnos, asaltos en espacios públicos, riñas vecinales que escalan hasta lo irreparable. Lo que antes eran excepciones hoy parecen escenas habituales. Villa Clara, La Habana, Santiago de Cuba… no importa la provincia: el denominador común es una sociedad cada vez más crispada.
Los problemas materiales, la crisis económica permanente, la desesperanza y la falta de oportunidades se convierten en un caldo de cultivo para reacciones más violentas, donde discusiones mínimas escalan a enfrentamientos que acaban con vidas destrozadas. Tras la noticia de Villa Clara, no solo lloran una esposa y dos hijas que quedaron huérfanas; también queda el silencio incómodo de una comunidad que empieza a acostumbrarse a convivir con la agresión y la muerte.
Víctimas colaterales
En este caso, los heridos eran trabajadores que intentaron cumplir con su deber: proteger el orden dentro del complejo recreativo. ¿Qué incentivo le queda a un ciudadano común para actuar en situaciones como esta, cuando el riesgo es terminar en el hospital o, peor aún, en una tumba?
La violencia no solo siega vidas: también destruye el sentido de comunidad. Nadie se siente seguro, ni en la calle, ni en centros de trabajo, ni en espacios que deberían estar reservados para el esparcimiento.
Más allá de los culpables
Por supuesto, los responsables directos deben responder ante la justicia. Pero pensar que todo se resuelve con castigo es quedarse en la superficie. La raíz está en otra parte: en una sociedad que se fractura cada vez más y que carece de herramientas para procesar sus propios conflictos sin recurrir a la agresividad.
En un país donde la frustración se acumula y las salidas pacíficas escasean, la violencia termina siendo la vía de escape más a mano. Es un síntoma, quizás el más preocupante, de que algo se rompe en lo profundo de la convivencia social.
Riña en Complejo Somos Jóvenes deja un trabajador muerto y dos heridos en Villa Clara. Un llamado urgente
La tragedia de Villa Clara no debe quedar archivada como otra nota roja. Debe ser un llamado urgente a discutir, sin maquillaje y sin consignas, por qué Cuba vive más intranquila, más agresiva, más dolida.
Mientras sigamos normalizando los machetazos, los golpes y las muertes “inesperadas” en centros recreativos, estaremos asistiendo a la desintegración silenciosa del tejido social.


