Nos llega la noticia, con bombo y platillo, de que el Poligráfico General José Miró Argenter de Holguín – ese mismo que lleva años resistiendo las carencias materiales que caracterizan al oriente cubano – será capaz de imprimir prensa a color antes de que termine el año.
El ancla oficial: Carlos González Mulet, director del poligráfico, prometió para diciembre la esperada tirada a color, como parte de una “progresiva y moderna transformación tecnológica”.
Suena, sin duda, a avance, una bocanada de aire fresco para la prensa nacional en el territorio oriental. Pero, ¿cómo no arrugar un poco la nariz y preguntarnos con ironía… de qué tamaño será esa “transformación” realmente? ¿Celebramos un logro que parece oscilar entre el gesto simbólico y la mera exhibición museable?
La paradoja de una prensa a color que quiere revivir en tiempos oscuros

Foto: Juan Pablo Carreras/ ACN
Para cualquier ojo medianamente atento, resulta una contradicción evidente. En 2025, cuando la inseguridad eléctrica afecta no solo a hogares sino también a fábricas y talleres en toda Cuba, ¿cómo podemos festejar la llegada de una imprenta a color que corre el riesgo de volverse un lujo inútil?
Agreguemos la escasez de materia prima, que obliga a periódicos a disminuir tirajes, a reducir páginas o – peor aún – a contener el contenido para evitar el desperdicio. En este contexto austero, anunciar la modernización tecnológica como si fuera el gran salto al futuro parece más una maniobra de imagen que una señal de progreso real y palpable para la población.
Prensa a color: ¿Una tirada para celebrar o para fotografiar?

Foto: Juan Pablo Carreras/ ACN
Lo más curioso es la referencia al volumen de impresión. Apenas un pequeño número de ejemplares – porque no hay papel legal ni electricidad continua para más – va a salir del poligráfico holguinero en color. ¿Y acaso pensarán en la DGT (Dirección General de Tecnología) que esta tirada limitada será el inicio de una nueva era para la prensa nacional en oriente?
¿O simplemente se tratará de una tirada para la historia, para que en museos de la propaganda se exhiba como ejemplo de un avance que no llegó a nada duradero?
Si la magnitud disminuye, disminuye también la influencia, el alcance, la posibilidad real de que la prensa impresa llegue a los lectores que más la necesitan, esos que en el interior sufren hace años la reducción del derecho a la información.
El largo camino de la transformación tecnológica y las promesas que quedan cortas
Según González Mulet, Holguín apenas está en la tercera etapa de un proceso inversionista que comenzó en La Habana y Villa Clara.
Esto puede sonar alentador, pero no podemos olvidar que en el camino ha habido numerosos anuncios similares que luego se quedaron en promesas incumplidas o avances minúsculos frente a las necesidades reales.
Una pregunta inevitable: ¿cuántos años más deberán esperar los lectores del oriente para recibir realmente una prensa nacional moderna, accesible y amplia? ¿O seguirá siendo el color en la prensa otra figurita reluciente en un escenario marcado por apagones, falta de recursos y limitaciones políticas?
El contexto real detrás del espejismo tecnológico

Foto: Juan Pablo Carreras/ ACN
No podemos ignorar que la situación económica y energética del país está lejos de mejorar lo suficiente como para sustentar una producción masiva y sostenida de prensa a color.
Mientras se anuncian nuevas inversiones, la realidad cotidiana muestra un panorama en el que la electricidad para imprimir un solo tiraje no está garantizada.
Los anuncios oficiales parecen olvidar que la verdadera revolución de la prensa nacional no es solo cuestión de tecnología avanzada, sino de distribución, acceso, calidad editorial y pluralidad de voces. En estos aspectos, nuestra prensa – la real, la cotidiana – continúa enfrentando obstáculos que ni el mejor sistema de impresión a color resolverá.
Que una imprenta en Holguín pueda imprimir prensa a color antes de fin de año puede ser una señal de que, a pequeños pasos y con mucho esfuerzo, se intenta modernizar la prensa nacional.
Pero ese gesto, en el contexto actual, se parece más a un acto paternalista, casi un logro para la galería, una realidad que parece no alcanzar a la mayoría de los cubanos.
Como buenos cubanos, es natural recibir la noticia con una mezcla de escepticismo e ironía. Porque después de años de recortes, apagones y limitaciones, celebrar una tirada disminuida como si fuera un hito indiscutible suena a un déjà vu de tantas promesas que poco impacto han tenido.
Esperemos que esta vez sea distinto. Pero mientras tanto, esa tirada a color del Poligráfico de Holguín corre el riesgo de convertirse más en una rareza digna de museo que en la base sólida para un nuevo periodo luminoso de la prensa nacional cubana.