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El trágico accidente del funicular Elevador de Glória en Lisboa, ocurrido el miércoles 3 de septiembre de 2025, ha conmocionado a Portugal y al mundo, dejando un saldo de al menos 17 muertos y 23 heridos, algunos en estado grave.
Este incidente, en uno de los sitios más turísticos y emblemáticos de la capital portuguesa, puso en evidencia la vulnerabilidad de un sistema histórico de transporte que, pese a su encanto, enfrenta desafíos críticos de seguridad y mantenimiento.
Lisboa enlutada: El día en que el funicular perdió el control

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Era poco más de las seis de la tarde cuando el histórico funicular de Glória, con su inconfundible color amarillo y blanco, descendía por la empinada calle adoquinada hacia la Avenida de la Libertad.
Testigos describieron el momento en que el vagón comenzó a deslizarse fuera de control, sin frenos, provocando una escena de pánico y terror. En el trayecto, el funicular colisionó violentamente contra un edificio y se volcó, dejando un rastro de destrucción y desesperación.
El sonido del impacto resonó como una explosión, seguido por gritos y confusión. Equipos de emergencias acudieron al lugar con rapidez, pero la tragedia ya había tomado su precio: 17 personas perdieron la vida en el acto o poco después, y 23 resultaron heridas, entre ellas varios turistas y ciudadanos extranjeros de al menos diez nacionalidades distintas.
La diversidad de víctimas refleja el carácter internacional del funicular, un símbolo de Lisboa que diariamente transporta tanto locales como visitantes.
Vidas truncadas y rostros detrás de las cifras

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Entre las víctimas se encontró André Marques, el guardafrenos de 40 años, un trabajador con 15 años de experiencia y reconocimiento por su dedicación y cercanía con la comunidad.
Su muerte representa no solo la pérdida de un empleado ejemplar, sino también la tragedia humana detrás del accidente. Otros fallecidos incluyeron empleados de instituciones locales, turistas y familias que simplemente buscaban apreciar la belleza de la ciudad desde uno de sus símbolos históricos.
Los hospitales de Lisboa atendieron a heridos de diversas nacionalidades: dos españoles ya fueron dados de alta, mientras que otras personas, incluyendo un niño y una mujer embarazada, luchan por recuperarse.
La complejidad de la atención médica y la identificación de víctimas extranjeras añade un matiz complicado a la tragedia que ha afectado profundamente a la comunidad internacional.
Un sistema bajo la lupa: mantenimiento y seguridad en cuestión

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Horas antes del siniestro, inspecciones de rutina no detectaron fallos graves en el funicular, según informó la empresa municipal encargada, Carris. Sin embargo, la magnitud del accidente y la hipótesis preliminar apuntan a un fallo en el sistema de frenos o a la rotura de un cable, factores que desencadenaron el descarrilamiento y la posterior colisión. La Fiscalía portuguesa ha iniciado una investigación para esclarecer las causas y determinar responsabilidades.
Este funicular, que data de finales del siglo XIX, es un patrimonio histórico y turístico de la ciudad, pero también un sistema que requiere mantenimiento constante y actualizaciones para garantizar la seguridad en el contexto moderno.
Desde 2007, empresas externas se encargan de las revisiones y reparaciones, pero el accidente abre el debate sobre si estas medidas son suficientes y si la infraestructura está preparada para soportar los desafíos actuales.
Repercusiones y solidaridad global
El Gobierno de Portugal declaró un día de luto nacional y suspendió temporalmente el servicio de los otros funiculares de Lisboa para realizar inspecciones exhaustivas.
El alcalde de la ciudad, Carlos Moedas, expresó sus condolencias a las familias y a la población, declarando tres días de luto municipal que reflejan la gravedad del desastre. Por su parte, el Parlamento Europeo mostró solidaridad manteniendo las banderas a media asta, mientras líderes internacionales enviaron mensajes de apoyo y condolencias.
Este accidente no solo marca un episodio de dolor sino que también suscita una reflexión profunda sobre la importancia de la seguridad en el transporte público, el valor de preservar un patrimonio histórico sin sacrificar vidas, y la necesidad de políticas públicas claras y responsables para evitar tragedias similares.
Lisboa llora a sus muertos y exige respuestas
El descarrilamiento del funicular de Glória no es solo una tragedia numérica, sino una herida abierta en el corazón de una ciudad que mezcla historia, belleza y vida cotidiana. Cada víctima representa una historia, una familia y una comunidad quebrantada en un instante.
La responsabilidad de las autoridades y empresas queda en entredicho mientras se exige transparencia, justicia y un compromiso renovado para garantizar que hechos así no se repitan.
Lisboa, con su alma dividida entre el pasado y el presente, enfrenta ahora el reto de honrar a las víctimas con acciones concretas que refuercen la seguridad y devuelvan la confianza a quienes transitan sus calles. Que esta tragedia sirva como una advertencia y un llamado urgente a cuidar lo que se tiene y proteger a los que lo habitan y visitan.
