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La hipocresía de la salud cubana

La hipocresía de la salud cubana

Cuba entra al Comité de la OMS mientras sus hospitales colapsan

by Chela
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En una escena digna del teatro del absurdo, Cuba ha sido elegida como miembro del Comité General de la Asamblea Mundial de la Salud, uno de los órganos rectores de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una noticia que, lejos de inspirar orgullo, ha sido recibida con una mezcla de desconcierto, indignación y no poca ironía, tanto dentro como fuera de la isla.

La hipocresía de la salud cubana

Ministro de Salud Pública de Cuba, José Ángel Portal Miranda/ Foto: Misiones diplomáticas

La hipocresía de la salud cubana vuelve a hacerse visible con una claridad que ofende. Porque mientras en Ginebra se aplaude el nombramiento de Cuba como adalid sanitario internacional, en La Habana y en el resto del país, pacientes y profesionales de la salud luchan —literalmente— por sobrevivir entre la escasez de insumos, la falta de medicamentos, el éxodo de médicos y la decadencia total de las condiciones hospitalarias.

Salas sin agua, hospitales sin médicos, la hipocresía de la salud cubana

La hipocresía de la salud cubana

Hospital Provincial de Ciego de Ávila/Foto de Facebook

Las denuncias no cesan. En redes sociales se multiplican las imágenes de hospitales con techos que se caen, pacientes sentados en pasillos sin sábanas, enfermos recibiendo tratamiento en camillas oxidadas y madres que dan a luz en condiciones que harían sonrojar a un veterinario rural. La higiene brilla por su ausencia, y no precisamente por la limpieza.

Una mujer embarazada espera cuatro horas en un policlínico de Santiago sin que aparezca un ginecólogo. Un anciano diabético pierde un dedo porque no había antibióticos en Matanzas. Un niño con fiebre alta muere por falta de un simple suero. Y mientras tanto, los funcionarios cubanos sonríen para la foto en la sede de la OMS.

Diplomacia médica, o cómo exportar la apariencia evidencia de la hipocresía de la salud cubana

La hipocresía de la salud cubana

PAHO /representación de la Brigada Médica Internacional Henry Reeve

La elección de Cuba para el Comité de la OMS no es fruto del azar. Detrás hay una campaña diplomática muy bien engrasada y respaldada por décadas de propaganda sobre “la potencia médica” cubana. Esa que se sostiene, en buena parte, por las misiones de profesionales de salud enviados al extranjero: un negocio redondo que le deja al Estado millones de dólares al año, mientras paga sueldos miserables a los galenos y los deja desamparados en su propia tierra.

La llamada “diplomacia médica” cubana no es más que otro rostro de la hipocresía de la salud cubana. Se exportan doctores como si fueran petróleo, pero en los hospitales de Ciego de Ávila no hay algodón, en Pinar del Río escasean los guantes quirúrgicos y en Camagüey hay más cucarachas que jeringuillas.

¿Premio al abandono?

La hipocresía de la salud cubana

armacia en La Habana/ REUTERS: Alexandre Meneghini

La elección de Cuba al Comité General de la Asamblea Mundial de la Salud podría verse como un reconocimiento a su capacidad de sobrevivencia institucional en medio del desastre. Pero también podría interpretarse como una bofetada al sentido común. ¿Cómo se premia a un sistema de salud que, según denuncias reiteradas de ciudadanos, está colapsado? ¿Cómo se exalta a un gobierno que ha dejado que su infraestructura sanitaria se desmorone mientras prioriza la imagen internacional?

Sería como nombrar a un pirómano jefe de bomberos. Aunque quizás eso sea demasiado generoso: al menos el pirómano sabe dónde está el fuego.

Una paradoja sostenida por el silencio

Es posible que para los burócratas de la OMS, la hipocresía de la salud cubana sea invisible. O tal vez lo sepan, pero prefieren la narrativa del sacrificio heroico de una nación bloqueada antes que asumir la compleja y dolorosa verdad: que el modelo cubano ha dejado de ser ejemplo y se ha convertido en advertencia.

Al final, esta elección no dice tanto de Cuba como del sistema internacional de salud. Un sistema donde las apariencias diplomáticas valen más que los hechos, donde la propaganda pesa más que las estadísticas, y donde una nación puede ser premiada por un servicio que su propio pueblo no puede disfrutar, sino todos aquellos que en otras naciones reciben el premio de ser atendido por nuestros profesionales mediante las conocidas «misiones médicas».

Mientras en los pasillos de la OMS se brinda por la “solidaridad médica cubana”, en los hospitales del pueblo llano se brinda —si acaso— por conseguir una pastilla de dipirona. Ironías del trópico. Diplomacia del absurdo. Otra página más en la hipocresía de la salud cubana.

 

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