Hoy —15 de agosto de 2025— el Centro Nacional de Huracanes (NHC) despejó cualquier expectativa de amenaza directa para Cuba o Florida por el avance del Huracán Erin; el sistema, ahora considerado inminente huracán, se inclinará hacia el norte, alejándose de estas regiones.
Sin embargo, esta “buena noticia” sobre el huracán Erin no elimina las preocupaciones reales que tienen los cubanos ante la temporada lluviosa que ya golpea duro, un riesgo que palpita en cada gotera y pared debilitada.
Huracán Erin: Nos recuerda otras tormentas cotidianas
AP
Mientras los meteorólogos explican que la “conformación del cono de incertidumbre” se mueve cada vez más lejos de Cuba, en la mente de la gente quedan los recuerdos de lluvias intensas y sus daños colaterales: techos que se caen, casas que se inundan, calles que se vuelven ríos de lodo y familias angustiadas por un futuro apenas sostenido por bloques y esperanzas.
Erin no tocará el suelo cubano, pero como se sabe que cualquier aguacero puede convertirse en tragedia, especialmente para quienes viven en edificios antiguos, compartiendo techo y paredes agrietadas, o bajo la amenaza permanente de un derrumbe.
Inundaciones en Municipio 10 e Octubre. Facebook Yuniel Hernández
Acá el meteorólogo dice una cosa y el bolsillo añade otra. La crisis económica que sufre el país multiplica la vulnerabilidad. ¿De qué sirve celebrar que Erin se aleja si, ante una simple tormenta, muchos no tienen los recursos para reparar una ventana rota o reponer alimentos cuando se corta la luz? Las tiendas vacías, los materiales de construcción inaccesibles y los precios que ni encajan en la lógica hacen que el simple pronóstico de lluvia despierte en muchos la preocupación: “¿Y si la próxima lluvia entra por el techo?” O peor aún, “¿y si hay que desalojar por peligro de derrumbe y no hay a dónde ir?”
Porque sí, la meteorología da parte de tranquilidad con Erin, pero la ansiedad permanece. Las más recientes tormentas han dejado cicatrices profundas: hay vecinos que todavía no han podido regresar a sus casas después del último aguacero, y cada vez que el cielo se nubla, el corazón cubano se encoge. Por eso este anuncio de “no habrá impacto” es apenas un respiro en medio de la tormenta económica y social que no tiene pronóstico claro.
Que Erin no llegue a Cuba debería ser un suspiro de alivio. Pero no basta. Porque aquí, lo verdaderamente devastador no es el huracán que se aleja, sino la lluvia persistente que revela cuán frágiles son nuestros refugios. Lo que necesitamos no es solo que el huracán evite nuestras costas, sino que las paredes de nuestras casas —esas que nos brindan cobijo— estén listas para resistir cada tormenta, cada gota, cada mes de aguacero.
Y mientras tanto, Cuba seguirá siendo esa isla de aguaceros y de esperanza, donde la gente no solo aguanta la tormenta… sobrevive a ella con dignidad.