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Epidemias en Cuba: el MINSAP dice que todo está “bajo control”, pero se vive otra realidad

Epidemias en Cuba: MINSAP dice que todo está “bajo control”

pero se vive otra realidad

by Chela
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Epidemias en Cuba: el discurso del control frente a la realidad del contagio

La situación epidemiológica en Cuba vuelve a encender las alarmas. En las últimas semanas, se ha reportado un incremento significativo de casos de Oropouche, dengue y chikungunya en varias provincias del país, especialmente en el oriente y centro de la isla. Aunque el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) insiste en que el panorama está “bajo control” y que no existen fallecidos ni colapso hospitalario, la percepción ciudadana es muy distinta.

Las redes sociales se han convertido en el termómetro real de una población agotada por años de carencias sanitarias, mosquitos que no cesan y hospitales sin recursos. Los reportes de fiebre alta, erupciones cutáneas, dolores musculares y vómitos se multiplican, mientras el discurso oficial intenta suavizar lo que muchos consideran una crisis epidemiológica silenciada.

Desconfianza generalizada: la brecha entre el discurso y la realidad

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Captura de pantalla

Las declaraciones del doctor Francisco Durán, vocero habitual del MINSAP, intentan mantener una narrativa de control y calma. Sin embargo, el propio pueblo ha aprendido a leer entre líneas. Desde Santiago de Cuba, Holguín, Granma y Villa Clara, ciudadanos denuncian la falta de fumigación, la escasez de medicamentos básicos y la indiferencia de las autoridades locales.

Las imágenes compartidas por usuarios muestran calles llenas de basura, aguas estancadas y mosquitos por doquier, mientras que el sistema sanitario responde con la misma fórmula de siempre: culpar a la población por no mantener la higiene en sus viviendas. Pero, ¿cómo exigir limpieza cuando en muchos barrios no hay agua potable regular ni sistemas de alcantarillado funcionales?

La desconfianza hacia las cifras oficiales tiene una raíz profunda: el recuerdo de los reportes minimizados durante la pandemia de COVID-19 y las múltiples epidemias previas de dengue que nunca se reconocieron del todo. El cubano promedio sabe que si las autoridades dicen “hay un repunte leve”, en realidad puede estar ocurriendo algo mucho más grave.

Causas profundas: negligencia, abandono y medidas tardías

Epidemias en Cuba: el MINSAP dice que todo está “bajo control”, pero se vive otra realidad

Granma

No es casualidad que cada año Cuba repita el mismo ciclo epidemiológico. Las causas estructurales están a la vista: infraestructura colapsada, déficit de productos químicos para la fumigación, escasez de repelentes y fallas en el saneamiento básico.

Durante años, el Estado ha priorizado la propaganda sobre la prevención. Los llamados televisivos a “eliminar los criaderos” contrastan con la falta de camiones fumigadores y el deterioro de los centros de salud. En muchos hospitales, los médicos atienden sin sueros ni antibióticos, y los enfermos deben conseguir hasta los mosquiteros por su cuenta.

A eso se suma la tardanza en las medidas preventivas. Cuando ya los contagios se vuelven masivos, aparecen los llamados “operativos de control vectorial”, las fumigaciones intensivas y los reportes diarios de la prensa oficial. Pero a esas alturas, la población ya está enferma y el daño está hecho.

El virus del Oropouche, relativamente nuevo para los cubanos, ha despertado mayor alarma. Transmitido por un mosquito del género Culicoides, provoca síntomas muy similares al dengue, pero con posibles complicaciones neurológicas. Sin embargo, el MINSAP ha sido reticente en ofrecer cifras detalladas o estudios de campo, lo que alimenta aún más la incertidumbre.

Consecuencias sociales y emocionales de las Epidemias en Cuba

Epidemias en Cuba: el MINSAP dice que todo está “bajo control”, pero se vive otra realidad

La preocupación no es solo sanitaria. En los barrios más afectados, la gente siente miedo, frustración y abandono. Familias completas se enferman al mismo tiempo y deben hacer largas colas para conseguir un analgésico o una pastilla de dipirona. En algunos municipios, los hospitales han limitado el ingreso de nuevos pacientes por falta de camas y personal.

El resultado es un círculo vicioso: el ciudadano enferma, no recibe atención oportuna, y termina automedicándose, lo que agrava el cuadro clínico. Mientras tanto, las autoridades se esfuerzan en proyectar una imagen de estabilidad ante los organismos internacionales.

La voz del pueblo frente al silencio institucional

En redes sociales, los cubanos han tomado la palabra. Publican fotos, denuncian brotes en sus comunidades y piden transparencia. “No hay control, hay desespero”, escribió una usuaria desde Camagüey. Otro comentó: “Dicen que no hay colapso, pero en el hospital pediátrico no hay ni camas”.

Esa diferencia entre la versión oficial y la realidad cotidiana marca la crisis de confianza más profunda en el sistema de salud cubano, históricamente considerado “uno de los logros de la Revolución”. Hoy, ese modelo está resquebrajado, afectado por la falta de insumos, la migración masiva de médicos y la opacidad informativa.

Cuando el mosquito no es el único enemigo

Cuba no solo enfrenta un brote de Oropouche, dengue y chikungunya. Enfrenta también una epidemia de desconfianza, la consecuencia inevitable de décadas de manipulación informativa y falta de gestión preventiva.

El mosquito puede picar a cualquiera, pero la diferencia entre enfermar y sobrevivir está en la capacidad del Estado de proteger a su gente. Y en ese terreno, Cuba parece haber perdido la batalla mucho antes de que comenzara el brote.

 

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